Feliz En La Autodestruccion

Confieso que he pecado.

Confieso que no estaba bien cuando empecé, y que estaré peor cuando acabe.

Confieso que me he vuelto adicto a todos los filos del mundo, y que estos se han vuelto parte de mí.

Confieso que Silvio me dice que olvide, pero prefiero recordar el disparo de nieve.

Confieso que humos de todos los colores han entrado en mi vida, y disfruto la asfixia y muerte que traen consigo.

Confieso que me siento como un cadáver andante, que busca las peores compañías y los suelos más sucios para retozar y ahogarse.

Confieso que me duelen las manos y se me caen las uñas de escarbar tan profundo, buscando un infierno donde se congele mi corazón y así sentir la nada.

Confieso que bebo de las aguas más turbias y de los pozos más oscuros hasta encontrar la arcada sincera, la que me hace vomitar gusanos y escorpiones.

Confieso que prefiero sangrar y defecar en compañía de drogadictos, borrachos y maniquíes a narrarle mis penas a figuras de fango ponzoñoso.

Confieso que soy la torre que se derrumba, el tren que descarrila, el niño que no nace, la canción sin música.

Confieso que me estoy muriendo.

Confieso que soy feliz en la autodestrucción.